El trasplante hepático es la terapia estándar en el manejo de la falla hepática aguda o crónica, con una alta tasa de sobrevida a corto y largo plazo. La cirrosis hepática y el cáncer de hígado son causas comunes de muerte en países de bajos ingresos. La baja disponibilidad de órganos es un desafío en el tratamiento de estas enfermedades, lo que lleva a un alto número de muertes por cirrosis hepática en todo el mundo. Los programas de trasplante y las políticas públicas buscan fomentar la donación de órganos para reducir el tiempo de espera de los pacientes y salvar vidas.
Existen múltiples causas que pueden provocar falla hepática, desde intoxicaciones por fármacos hasta enfermedades inmunológicas e infecciosas. Modelos analíticos como el MELD o el CHILD-PUGH se utilizan para evaluar la gravedad de la enfermedad y priorizar a los pacientes en lista de espera para trasplante hepático. Los pacientes con falla hepática aguda o crónica descompensada deben ser evaluados y considerados para trasplante, ya que esta puede ser la única opción terapéutica que les permita mejorar su condición y prolongar su vida.
Al momento de seleccionar a un paciente para trasplante hepático, se considera su beneficio y sobrevida en comparación con otras opciones de manejo de la enfermedad. Es importante abordar problemas de abuso de drogas o sustancias, así como comorbilidades que podrían afectar el éxito del trasplante. Se realizan diferentes evaluaciones previas al trasplante, incluyendo consultas con diversos especialistas, para minimizar complicaciones y mejorar los resultados.
Los pacientes candidatos a trasplante hepático son aquellos con enfermedad crónica del hígado, falla hepática aguda y hepatocarcinoma. Es fundamental la evaluación con un médico hepatólogo para determinar la viabilidad del procedimiento. Algunas contraindicaciones para el trasplante incluyen tumores hepáticos metastásicos y enfermedades cardiacas o pulmonares graves. Después del trasplante, se requiere terapia inmunosupresora para prevenir el rechazo del órgano y maximizar la sobrevida a largo plazo.
Con la mejora de las técnicas quirúrgicas y la terapia inmunosupresora, se ha logrado alcanzar una alta tasa de sobrevida tanto a corto como a largo plazo en pacientes trasplantados. La cirrosis es una enfermedad crónica e irreversible del hígado, mientras que el trasplante es el procedimiento de reemplazo de un órgano, tejidos o células para restaurar las funciones fisiológicas perdidas. Los programas de trasplante y la concienciación sobre la donación de órganos son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los pacientes con enfermedades hepáticas graves.