En las inmediaciones del Palacio Nacional en la capital haitiana, motoristas se reúnen en espera de ser escoltados por camiones blindados de la Policía Nacional Haitiana a lo largo de la calle Paul VI. Las bandas armadas que controlan el barrio Bel Air han creado un corredor hasta el Hospital General, provocando enfrentamientos constantes con la policía por el control del territorio. Los disparos son frecuentes en la zona, y muchos habitantes han perdido sus pertenencias a manos de pandilleros. La desolación es evidente en las calles antes vibrantes de la capital, ahora solitarias y abandonadas.
Los carros blindados de la Policía son utilizados para escoltar a motociclistas y camioneros por la calle Paul VI, ofreciendo una ilusión de seguridad en medio del caos. Muchos son chóferes de moto-taxis que se arriesgan en esta travesía mortal para buscar clientes, a pesar de regresar a menudo sin éxito. Aunque el riesgo es evidente, los precios no han subido ya que la situación económica es precaria. Algunos como Mastha, un hombre de 31 años, deciden no sumarse a la caravana y ven la situación como una ruleta rusa en la que no quieren participar. El parque donde se reúnen se encuentra en ruinas, reflejando el temor de los conductores ante el poder de las pandillas que controlan gran parte de la capital.
La violencia en esta zona se ha intensificado desde el asesinato del presidente Jovenel Moise en julio de 2021, afectando la vida diaria de sus habitantes. Muchos han perdido sus hogares, negocios y pertenencias debido a la acción de las pandillas, viéndose obligados a trasladarse a áreas más seguras. La presencia de la Policía con sus carros blindados intenta brindar seguridad, pero la sensación de riesgo sigue presente en el día a día de los ciudadanos. La situación se ha vuelto especialmente crítica en los últimos tres meses, empeorando la ya precaria situación que se vivía en la capital haitiana.
Los enfrentamientos constantes entre pandillas y la Policía generan un clima de inseguridad en la capital, con disparos frecuentes y la sensación de peligro en cada esquina. Habitantes como Jean Paul lamentan la pérdida de sus bienes y la necesidad de abandonar sus hogares por la violencia desatada en la zona. La vida cotidiana se ve afectada por la presencia de bandas armadas que controlan gran parte de Puerto Príncipe, obligando a los ciudadanos a vivir en constante temor. A pesar de los esfuerzos de las autoridades, la violencia sigue siendo una realidad palpable en las calles de la capital haitiana.
El parque frente al Palacio Nacional, antes punto de reunión y actividad, se ha convertido en un lugar sombrío y abandonado donde solo se congregan por breves momentos conductores atrapados por el miedo a las pandillas. La estatua de Le Marron Inconnu, que representa la libertad de los haitianos, observa impotente la situación caótica que se vive en las calles de Puerto Príncipe. Motoristas y camioneros buscan en los convoyes de la Policía una mínima sensación de seguridad en un entorno cada vez más peligroso, pero el temor y la incertidumbre siguen siendo la norma en esta ciudad afectada por la violencia y la inseguridad.