Un anuncio televisivo de los años 90 fue el primer indicio de que la abogada estadounidense Jamie L. -cuyo seudónimo es M. E. Thomas- podría tener un trastorno de la personalidad. En este anuncio, vio a un niño flaco en África con una mosca en los ojos y comentó que era tonto por no apartar la mosca. Esta falta de empatía preocupó a su padre, lo que la llevó a cuestionar si realmente tenía ese sentimiento. Posteriormente, en una charla organizada por Psycopathy Is, Thomas compartió episodios de su vida que la llevaron a sospechar de su condición.
Desde la infancia, Thomas presentaba rasgos de sociopatía, como invadir casas de personas cercanas o realizar apuestas insensibles con una amiga. En la adolescencia, realizaba actos agresivos como lanzar objetos o golpear a compañeros. A pesar de estas conductas, siempre se desempeñó bien académicamente. No fue hasta la universidad, cuando una compañera le sugirió que podría ser sociópata, que Thomas se planteó la posibilidad de tener un trastorno de la personalidad.
Con el tiempo, Thomas se graduó en Derecho y tuvo éxito en su carrera profesional. Sin embargo, comenzó a experimentar crisis emocionales y dificultades en sus relaciones personales. Fue entonces cuando decidió investigar sobre la psicopatía y tras un diagnóstico oficial, confirmó que padecía un trastorno de la personalidad. A pesar de ello, no inició el tratamiento de inmediato debido a la falta de opciones terapéuticas efectivas.
Tras publicar un libro sobre su experiencia en 2013, Thomas se enfrentó al estigma y la discriminación de personas que la reconocieron en su entorno laboral y social. A pesar de todo, inició un proceso de tratamiento terapéutico para hacer frente a su tendencia a manipular a los demás. A lo largo de este proceso, ha logrado mejorar sus relaciones interpersonales y entender mejor las emociones de los demás.
Actualmente, Thomas viaja por el mundo para conocer a personas con sospecha o diagnóstico de trastorno antisocial de la personalidad. A través de su experiencia, busca desafiar los estigmas y prejuicios asociados a la psicopatía, abogando por una mayor comprensión y aceptación de las personas con esta condición en la sociedad. Sueña con un futuro en el que las personas con distintos trastornos psiquiátricos puedan expresar sus emociones sin ser juzgadas. A pesar de ello, reconoce la importancia de que las personas con psicopatía que han cometido delitos reciban un castigo adecuado.