El Ejército israelí llevó a cabo bombardeos y ataques de artillería contra objetivos de la milicia chií Hizbulá en el sur del Líbano, incluyendo una instalación de almacenamiento de armas en el área de Khiam. Como resultado, al menos diez personas resultaron heridas en el norte de Israel por el impacto de proyectiles lanzados desde Líbano por Hizbulá. El miércoles, hubo una segunda oleada de explosiones en aparatos de comunicación en el Líbano, que dejó un total de 25 muertos y 37 fallecidos en dos días.
El Ministerio de Salud Pública del Líbano informó que, tras los incidentes del miércoles, hubo 25 muertos y 2.323 heridos. Hizbulá confirmó 20 nuevas bajas entre sus filas y prometió venganza por los ataques. El Ejército libanés también ha detenido y detonado aparatos de comunicación "sospechosos" en varias zonas, después de las recientes explosiones. La situación ha elevado el temor a una guerra abierta en la región.
Israel ha intensificado su retórica contra Hizbulá, insistiendo en la necesidad de acabar con la presencia del grupo en la frontera para permitir que los más de 60.000 evacuados regresen a sus hogares. El primer ministro Netanyahu ha reiterado su compromiso de asegurar la seguridad de los residentes del norte de Israel y ha anunciado una "nueva fase" en la guerra en Gaza. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, advirtió sobre el despliegue de más fuerzas y recursos en la frontera con Líbano.
La tensión en la región ha aumentado debido a estos ataques y contraataques entre Israel y Hizbulá. A pesar de los esfuerzos diplomáticos para contener la situación, el riesgo de una escalada militar sigue siendo alto. Israel ha sido acusado de provocar tensiones en la región, mientras que Hizbulá ha prometido vengar los ataques. La situación es delicada y requiere una respuesta coordinada y controlada por parte de ambas partes.
El papel de los actores regionales y de la comunidad internacional es crucial para evitar una escalada mayor en el conflicto entre Israel y Hizbulá. Las repercusiones de una guerra abierta en la región serían devastadoras para la población civil y para la estabilidad del Oriente Medio. Es necesario un diálogo constructivo y medidas de desescalada por parte de ambas partes para evitar una mayor confrontación y buscar soluciones pacíficas a las diferencias existentes.
La comunidad internacional debe redoblar los esfuerzos para mediar en el conflicto y promover el respeto por el derecho internacional. La escalada de la violencia solo traerá más sufrimiento y destrucción a la región, por lo que es urgente encontrar una salida diplomática y negociada a las tensiones entre Israel y Hizbulá. La seguridad y el bienestar de la población civil deben ser prioritarios en cualquier estrategia para abordar este conflicto en curso.