En 1989, los hermanos Lyle y Erik Menéndez fueron condenados por el brutal asesinato de sus padres en Beverly Hills, lo que llevó a la fortuna familiar de 14,5 millones de dólares a desvanecerse debido a impuestos y gastos legales. Los hermanos afirmaron haber cometido el crimen tras años de abusos físicos, emocionales y sexuales por parte de sus padres, mientras que la fiscalía argumentó que lo hicieron por codicia, buscando apoderarse de la millonaria herencia.
La fortuna de la familia Menéndez se dividía principalmente entre una mansión en Beverly Hills, una casa en Calabasas, acciones de la compañía Live Entertainment y otros bienes menores. Sin embargo, tras el crimen y el arresto de los hermanos, la herencia comenzó a desaparecer rápidamente debido a impuestos, honorarios legales y pérdidas por depreciación de activos, lo que llevó a la acumulación de deudas y la ruina económica.
La mansión de Beverly Hills, valuada en 4,8 millones de dólares, perdió valor debido a ser la escena del crimen y fue vendida por 3,6 millones en 1991, con las ganancias destinadas al Servicio de Impuestos Internos para pagar deudas fiscales. Las acciones de Live Entertainment también sufrieron pérdidas significativas, lo que junto con los crecientes gastos legales, aceleró la desaparición de la fortuna familiar.
En 1994, se realizó un cálculo final del patrimonio y se descubrió que la mayor parte de los 16 millones de dólares había desaparecido, con más de 10,8 millones gastados en impuestos y honorarios legales. Lo que quedaba incluía la casa en Calabasas, algunas joyas, muebles y efectivo, insuficiente para cubrir las deudas acumuladas que superaban el valor de los activos restantes, lo que llevó a la ruina económica de los hermanos Menéndez.
Hoy en día, si los hermanos Menéndez fueran liberados, no podrían disfrutar de la fortuna familiar, ya que su patrimonio está en ruinas y las deudas siguen acumulándose. La situación financiera de los hermanos se ha agravado con el paso de los años, con intereses sobre hipotecas y deudas fiscales en aumento, lo que haría imposible que obtuvieran beneficios económicos de su antigua fortuna, incluso si recuperaran la libertad.
Actualmente, los hermanos Lyle y Erik Menéndez cumplen cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, después de ser condenados en 1996 por el asesinato de sus padres. A pesar de nuevos intentos de apelación basados en omisiones de pruebas durante los juicios originales, los tribunales no han mostrado signos de reconsiderar las condenas, por lo que no hay indicios sólidos de que los Menéndez obtengan la libertad en el corto plazo.