La psicóloga Larissa Pessoa descubrió que su dificultad con los números era en realidad discalculia, un trastorno del aprendizaje que afecta la comprensión y manejo de números y conceptos matemáticos. Desde joven ha enfrentado problemas con las matemáticas y fue tachada de estudiante rebelde por no poder entenderlas, lo que la llevó a abandonar la escuela. Solo pudo terminar sus estudios mediante un examen especial en Brasil.
Isabela Aquino, estudiante de artes visuales, también ha enfrentado dificultades con los números y se siente juzgada por los demás por su problema. La discalculia no solo impacta en los estudios, sino también en la vida financiera de quienes la padecen. Jenifer Mendes, ejecutiva de publicidad, ha tenido situaciones incómodas en las tiendas al calcular mal el costo de sus compras. La vergüenza y la frustración son emociones comunes entre las personas con discalculia.
La discalculia es un trastorno del neurodesarrollo que se manifiesta desde una edad temprana y persiste a lo largo de la vida. La psicopedagoga Camila León explica que la disfunción en las áreas cerebrales que procesan las habilidades matemáticas es innata en las personas con discalculia. Factores genéticos, neurológicos y ambientales pueden influir en el desarrollo de este trastorno, aunque no causarlo por sí solos.
Los síntomas de la discalculia varían según la edad de la persona. Los niños pueden tener dificultades para aprender conceptos básicos de matemáticas, mientras que los adolescentes y adultos pueden enfrentar problemas al aplicar las matemáticas en situaciones cotidianas como gestionar las finanzas o manejar horarios. Normalmente, los profesores son los primeros en sospechar que un alumno puede tener discalculia.
El diagnóstico de la discalculia requiere una evaluación multidisciplinar que incluye pruebas de rendimiento escolar y análisis de la trayectoria de aprendizaje. Aunque no existe una cura para este trastorno, hay intervenciones pedagógicas y tratamientos que pueden ayudar a mejorar las habilidades matemáticas y la calidad de vida de quienes lo padecen. Estas intervenciones incluyen apoyo escolar especializado, terapia cognitivo-conductual y tecnología de apoyo como aplicaciones y programas informáticos.