En la ribera del río Ozama, en República Dominicana, la preocupación crecía entre los residentes ante la proximidad del huracán Beryl. En zonas vulnerables y de extrema pobreza, como La Javilla, las personas se preparaban para lo peor, amarrando sus pertenencias y rellenando con escombros parte de sus viviendas para protegerse del agua que amenazaba con inundar sus hogares.
Andrés Ruiz, vicepresidente de la Junta de Vecinos de la Ribera del Ozama, compartió sus preocupaciones y estrategias para lidiar con la inminente tormenta. En medio de la incertidumbre y el desconsuelo, los residentes se aferraban a su fe y a la esperanza de que Dios los protegería de las inclemencias del tiempo. El temor aumentaba al saber que las olas anormales por el huracán Beryl podían alcanzar hasta 15 pies de altura.
Úrsula Leyba, una madre soltera que vive en una humilde casa de tablas y zinc oxidado, relataba con tristeza cómo el agua llegaba hasta su pecho cuando el río se desbordaba. Agradecía el apoyo de su empleador que le permitía tomar medidas preventivas ante la amenaza del huracán. Sus vecinos también compartían sus experiencias, mostrando cómo se aferraban a la esperanza y a la ayuda divina para enfrentar la crisis.
En medio de la desesperación, los residentes recordaban las promesas incumplidas de desalojo por parte de las autoridades, desde el gobierno de Leonel Fernández hasta la actualidad. Aunque anhelaban que el presidente Luis Abinader les tendiera una mano, se sentían abandonados y olvidados por el Estado. Las condiciones de insalubridad en la zona agravaban su situación, con aguas contaminadas y basura por doquier.
Las labores preventivas realizadas por las brigadas del alcalde de Santo Domingo Este, Dio Astacio, mostraban un esfuerzo por mantener la limpieza en cañadas e imbornales para prevenir inundaciones. Sin embargo, los residentes seguían lamentando la falta de apoyo y la indiferencia de las autoridades, que solo se preocupaban por obligarles a desalojar sus viviendas en caso de peligro, sin brindarles la ayuda necesaria.
En Santo Domingo Norte, cerca de Los Coordinadores en Sabana Perdida, los problemas con las inundaciones también afectaban a los residentes, como Ramón Arias, un adulto mayor con discapacidad. Este y otros vecinos se veían obligados a lidiar con el agua que invadía sus hogares, sin recibir la ayuda necesaria para proteger sus pertenencias y asegurar la seguridad de sus familias. La falta de recursos y la falta de apoyo gubernamental seguían siendo un desafío constante para quienes vivían en zonas vulnerables.