El expresidente peruano Alberto Fujimori tenía vínculos importantes con Japón, país de origen de su familia, y fue protegido por dicho país durante su exilio, lo que generó conflictos diplomáticos entre Tokio y Lima en ese momento. Su figura sigue generando opiniones divididas tanto en Perú como en Japón y entre la comunidad nikkei. En Japón se valora especialmente su actuación durante la toma de la Embajada nipona en Lima por el grupo terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en 1996.
Fujimori ganó las elecciones en 1990 y poco antes de asumir la presidencia de Perú realizó un viaje a Japón, donde visitó la prefectura de Kumamoto, que era el lugar de origen de sus padres. Durante su visita fue recibido por el emperador Akihito y el primer ministro Toshiki Kaifu. En los años siguientes, Fujimori realizó varias visitas a Japón en busca de apoyo financiero debido a las dificultades económicas que enfrentaba Perú. Estableció lazos importantes con el Partido Liberal Democrático y figuras empresariales japonesas.
Las conexiones establecidas por Fujimori en Japón facilitaron su exilio en ese país en 2000, cuando su posición política en Perú se vio debilitada por acusaciones de corrupción y fraude electoral. A pesar de las solicitudes de extradición por parte de Perú, las autoridades japonesas reconocieron su nacionalidad nipona y se negaron a entregarlo, lo que provocó un enfrentamiento diplomático entre ambos países. Fujimori residiría en Japón hasta su traslado a Chile en 2005 y posterior extradición a Perú, donde fue condenado a 25 años de prisión por abusos a los derechos humanos.
Desde Japón, Fujimori continuó su actividad política, a pesar de estar inhabilitado para ejercer cargos públicos en Perú desde 2001. Incluso anunció su intención de presentarse a las elecciones antes de su arresto en 2005. Gracias a sus contactos políticos en Japón, fue incluido como candidato al Senado por el Nuevo Partido de los Ciudadanos en 2007. A pesar de los intentos fallidos de su valedor, Shizuka Kamei, por interceder ante las autoridades chilenas para su regreso a Japón, Fujimori fue parte de las listas para las elecciones en dicho país.
El Gobierno japonés se mantuvo en silencio sobre el caso de Fujimori, limitándose a pronunciarse sobre las luces y sombras de su mandato y su contribución a las relaciones bilaterales. A pesar de las controversias, Japón expresó su interés en mantener una buena relación con Perú, con el que tiene lazos históricos. La muerte de Fujimori a los 86 años ha generado diversas reacciones en ambos países y entre la comunidad nikkei, que lo considera un referente por ser la primera persona de ascendencia japonesa en alcanzar un cargo de relevancia en Perú.