Una nueva variante de COVID-19, conocida como fliRT, ha surgido como la cepa dominante en los Estados Unidos. Esta variante, que evolucionó a partir de la cepa ómicron, se caracteriza por cambios en su proteína de pico, que es la parte del virus que se une a las células huésped. Por otro lado, la cepa KP.3 también se ha convertido en la cepa dominante en el país, representando uno de cada cuatro nuevos casos, según estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Ómicron, otra variante del SARS-CoV-2, fue identificada por primera vez en Sudáfrica en noviembre de 2020. Ha sido reportada en varios países y se cree que puede tener un mayor riesgo de reinfección, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ómicron es una de las cinco variantes consideradas como "de preocupación", con cambios que afectan la transmisibilidad, virulencia, presentación clínica, y efectividad de las medidas de salud pública.
Además de las variantes "de preocupación", existen las variantes consideradas "de interés". Estas variantes presentan mutaciones en comparación con el virus de referencia y han sido identificadas como causa de transmisión comunitaria en varios países. Ejemplos de estas variantes son lambda, identificada inicialmente en Perú, y mu, identificada en Colombia. Otras variantes han dejado de ser monitoreadas por la OMS al circular a niveles que no representan un riesgo significativo para la salud pública global.
La OMS ha adoptado el uso de letras del alfabeto griego para referirse a las distintas variantes del virus, con el fin de eliminar el estigma asociado a los nombres que hacen referencia a países específicos. La organización decidió llamar a la nueva variante como Ómicron, saltando las letras "nu" y "xi" debido a complicaciones en cuanto a pronunciación y asociaciones con nombres comunes. Esta medida busca simplificar la discusión y asegurar que ningún país sea estigmatizado por la presencia de una variante particular.
En cuanto a la clasificación de las variantes, la OMS continúa monitoreando y evaluando las nuevas cepas del virus para determinar su impacto en la salud pública global. Varias variantes han dejado de ser consideradas como preocupantes debido a su circulación a largo plazo sin causar impacto significativo, lo que refleja la evolución constante del virus y la importancia de estar atentos a cambios relevantes para la prevención y control de la propagación de la enfermedad.