La gripe estacional es una enfermedad altamente contagiosa que se propaga fácilmente en entornos como las escuelas y las residencias de ancianos. Se transmite a través del aire, cuando una persona infectada tose o estornuda, dispersando gotículas infecciosas que pueden infectar a personas cercanas. También puede contagiarse a través de las manos contaminadas. Para prevenir la transmisión, es importante lavarse las manos con frecuencia y cubrirse la boca y la nariz al toser. En los climas templados, las epidemias estacionales suelen ocurrir durante el invierno, mientras que en las regiones tropicales pueden aparecer en cualquier momento, provocando brotes irregulares.
La gripe estacional puede afectar a cualquier grupo de edad, aunque hay ciertos grupos que corren mayor riesgo de desarrollar enfermedad grave o complicaciones. Estos grupos incluyen a las embarazadas, los niños menores de cinco años, las personas mayores y aquellas con enfermedades crónicas o inmunodepresión. Los trabajadores de la salud y asistenciales también están en riesgo debido a su exposición a los pacientes. La vacunación es una medida importante para proteger a los trabajadores de la salud y a las personas vulnerables alrededor de ellos. Las epidemias de gripe pueden causar grandes tasas de ausentismo laboral y escolar, así como pérdidas de productividad en los ambulatorios y hospitales durante los periodos de mayor actividad de la enfermedad.
Cada año se producen alrededor de mil millones de casos de gripe estacional, de los cuales entre tres y cinco millones son graves. La gripe puede causar entre 290,000 y 650,000 muertes respiratorias al año. La mayoría de las muertes de menores de cinco años relacionadas con la gripe se producen en países en desarrollo. Los síntomas de la gripe suelen aparecer entre el primer y el cuarto día después de la infección, y generalmente duran alrededor de una semana. Los virus gripales de tipo A y B son los que causan epidemias estacionales de la enfermedad, con síntomas como fiebre, tos, dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, malestar general, dolor de garganta y secreción nasal.
En la mayoría de los casos, la gripe se resuelve por sí sola en una semana sin necesidad de atención médica. Sin embargo, en personas con alto riesgo, la gripe puede ser una enfermedad grave e incluso letal. Puede empeorar los síntomas de otras enfermedades crónicas y, en casos graves, provocar complicaciones como neumonía y sepsis. Las personas con otros problemas de salud o síntomas graves deben buscar atención médica, y la hospitalización y la muerte por gripe son más frecuentes en grupos de alto riesgo, especialmente en personas mayores de 65 años en países industrializados. Se desconocen los efectos de las epidemias estacionales en países en desarrollo, pero las investigaciones indican que la mayoría de las muertes de menores de cinco años por gripe se producen en estos países.
El diagnóstico de la gripe se realiza a través de pruebas de laboratorio para detectar el virus, como la detección de antígenos o del RNA específico del virus. En el tratamiento, la mayoría de las personas se recuperan por sí solas, pero aquellas con síntomas graves o afecciones médicas deben buscar atención médica. Las personas con síntomas leves deben quedarse en casa, descansar, beber líquidos y tratar otros síntomas. Aquellas en alto riesgo o con síntomas graves pueden necesitar tratamiento antivírico. La vacunación es la mejor forma de prevenir la gripe, y se recomienda anualmente para grupos de alto riesgo como mujeres embarazadas, niños, personas mayores y aquellos con enfermedades crónicas, así como para trabajadores de la salud.