Ayer, me despedí de mi amigo Hugo en el aeropuerto después de una semana en la que había visitado con su novia. Hugo me pidió que lo esperara a su regreso, lo cual me hizo reflexionar sobre la naturaleza de la vida y el paso del tiempo. Con 80 años, sé que la fecha de despedida está marcada en el calendario existencial. Mientras abrazaba a Hugo con cariño, prometí esperarlo y le agradecí haber venido a visitarme durante mis 50 años de Casa de Teatro y mis 80 años de vida. Hugo vende mangos y aguacates de República Dominicana en Francia con orgullo, y se está capacitando para ocupar el puesto de sus padres en el futuro.
Hugo, con sus 24 años, espera poder visitarme algún día y ayudarme a vender sus productos. Vive en un pueblo francés aburrido y trabaja la mayor parte del tiempo. Sueña con ir a España y ocupar el puesto de sus padres, ya que su hermano no está interesado en seguir su camino. A pesar de la monotonía de su vida en Montargis, encuentra diversión en la lectura, en visitar a sus padres y a su novia en Madrid cada tres semanas. La despedida de Hugo me hizo reflexionar sobre mi propia vida, llena de experiencias, amor y sueños cumplidos hasta el momento.
Mi balance es positivo, y ahora vivo el presente intensamente, disfrutando de mi tiempo en la Tierra y triplicando mi dosis de amor. Aunque alguien me preguntó cómo veo el futuro, mi respuesta es que no lo veo, lo vivo. Por eso, esperaré a Hugo y a otros amigos que vengan a visitarme, hasta que ya no pueda hacerlo, momento en el que los esperaré en el misterio con abrazos llenos de amor y sonrisas que celebren la eternidad. Mi compromiso es seguir disfrutando de cada momento y exprimir la vida al máximo.
Hugo vende mangos y aguacates dominicanos en Francia, donde se aburre en un pueblo tranquilo y trabaja la mayor parte del tiempo. A pesar de la monotonía, Hugo se entusiasma con la idea de ir a España y ocupar el puesto de sus padres, mientras su hermano sigue otro camino. A pesar de la distancia con su novia Mayte, que vive en Madrid, Hugo la visita cada tres semanas y disfruta de su compañía. A pesar de las limitaciones de su vida en Montargis, Hugo encuentra alegría en la lectura y en visitar a sus seres queridos.
Mi encuentro con Hugo en el aeropuerto me llevó a reflexionar sobre mi propia existencia y la importancia de vivir el presente. A mis 80 años, sé que la vida es efímera y que es vital aprovechar cada momento al máximo. Prometí esperar a Hugo y a otros amigos, disfrutando de cada abrazo y sonrisa que me ofrecen. Mi objetivo es vivir con intensidad, amor y alegría, exprimiendo cada instante de la vida hasta el último aliento. Aunque el futuro es incierto, sé que seguiré amando, soñando y celebrando la eternidad con aquellos que me visiten.