La violencia de género se manifiesta de manera sistemática y permanente en la pareja, con el objetivo de dominar a la otra persona. A través de la convivencia con la pareja agresora, la violencia psicológica y otros tipos de violencia como la sexual, física y económica patrimonial, las mujeres pueden experimentar un deterioro en su salud mental. Estudios han demostrado una relación entre la violencia psicológica y síntomas como el trastorno por estrés postraumático y la depresión, lo que evidencia el impacto negativo de la violencia en la salud emocional de las víctimas.
Al separarse de las parejas agresoras, muchas mujeres continúan experimentando síntomas de depresión, ansiedad y otros trastornos, ya que los malos tratos persisten. Además, se debe tener en cuenta las consecuencias de la violencia vicaria, que se ejerce contra los hijos u otros familiares para provocarles sufrimiento y controlarlos. Estas situaciones pueden generar un impacto psicológico significativo en las víctimas, afectando su calidad de vida y bienestar emocional.
Las ideas erróneas acerca de la violencia y la mujer, como la normalización de las conductas violentas o la subordinación de la mujer ante el control de la pareja, reflejan una forma de pensamiento que justifica y minimiza la violencia. Estas distorsiones cognitivas condicionan tanto el comportamiento de las mujeres víctimas como de los hombres agresores, perpetuando la violencia en la relación. Es fundamental trabajar en la desarticulación de estas ideas erróneas para prevenir y erradicar la violencia de género.
El aprendizaje del ciclo de la violencia en la niñez, especialmente en un entorno familiar con comportamientos violentos, puede tener consecuencias graves en el desarrollo emocional de los hijos. Los niños que crecen en un ambiente de violencia pueden desarrollar patrones de apego ansioso/ambivalente, desorganizado o evitativo, lo que afecta su capacidad para regular emociones y establecer relaciones sanas en el futuro. Es importante brindar apoyo y orientación a los niños que han sido expuestos a la violencia para prevenir la perpetuación de este ciclo en generaciones futuras.
La violencia sexual y económica, aunque menos conocidas, son formas de violencia que suelen coexistir con la violencia psicológica y física en las relaciones de pareja. La violencia sexual implica actos sexuales forzados u obligados, mientras que la violencia económica busca controlar la autonomía económica de la víctima. Estos tipos de violencia tienen un impacto significativo en la autoestima y la autonomía de las mujeres, por lo que es fundamental sensibilizar sobre su existencia y prevenir su ocurrencia.
La psicoeducación se presenta como una estrategia de prevención importante en la lucha contra la violencia de género. Tanto las mujeres víctimas como los hombres agresores pueden beneficiarse de programas que aborden los patrones de comportamiento, pensamiento y emociones involucradas en la violencia. Asimismo, es fundamental capacitar a los profesionales del sistema de atención y protección, así como implementar campañas educativas para desafiar y cambiar las ideas erróneas sobre la mujer y el uso de la violencia en la sociedad.