En la actualidad, el piropo ha sido objeto de debate dentro de círculos feministas, con implicaciones legales y sociales. Lo que alguna vez fue considerado una muestra de galantería por parte de los hombres hacia las mujeres, ha evolucionado hasta ser cuestionado como una forma de acoso callejero con connotaciones sexuales. Las mujeres, empoderadas por plataformas digitales y redes sociales, han comenzado a cuestionar esta práctica cultural, lo que ha dado lugar a estudios en varios países de Latinoamérica sobre la delgada línea que separa el piropo del acoso callejero.
Tanto desde una perspectiva conservadora como desde un enfoque más moderno, el piropo sigue siendo una parte arraigada de la cultura en muchos lugares. Mientras que algunos lo ven como una tradición cultural inofensiva, otros lo consideran una expresión machista normalizada que perpetúa el poder de dominación de los hombres sobre las mujeres. El debate ha llevado a cuestionar cómo el piropo se relaciona con la educación recibida en el hogar y cómo se ha normalizado su aceptación por parte de las mujeres a lo largo de los años.
Según un estudio realizado por el gobierno de México en 2017, titulado "Los piropos: ¿halago o violencia contra las mujeres?", se destaca que, a pesar de que el piropo puede tener un lado divertido, nunca deja de ser considerado acoso o agresión por quienes lo reciben. Organizaciones como "Chalk Back", que se dedican a combatir el acoso callejero, han señalado la necesidad de erradicar el piropo como parte de estas prácticas dañinas que afectan a las mujeres en espacios públicos.
Rosalía Piña, una comunicadora social dominicana que dirige la iniciativa "catcallsofdr", ha puesto en el centro del debate la versatilidad del piropo a lo largo del tiempo. Lo que una vez fue considerado como una forma de halago o diversión, ahora es visto como una manifestación más del acoso callejero y la dominación masculina. A pesar de que algunas interpretaciones más radicales ven el piropo como una manifestación clara de machismo, otros prefieren separar el concepto de piropo del acoso callejero y analizarlo de manera independiente.
Las sociólogas mexicanas Patricia Gaytán Sánchez y Martha Elena Pérez Pérez, consultadas en el estudio mencionado, consideran que el piropo no es un halago, sino más bien un instrumento de dominación masculina sobre las mujeres. Esta interpretación refleja la forma en que el piropo ha sido utilizado históricamente para subyugar a las mujeres y perpetuar roles de género tradicionales. Sin embargo, existen opiniones divergentes, como la de Piña, que busca separar el concepto de piropo del acoso callejero y analizarlo en su contexto original, más allá de las connotaciones negativas que ha adquirido con el tiempo.
En resumen, el piropo ha pasado de ser una expresión cultural aceptada a ser cuestionada por su relación con el acoso callejero y la dominación masculina. El debate sobre su significado y sus implicaciones ha llevado a realizar estudios en varios países de Latinoamérica, evidenciando la necesidad de revisar y redefinir esta práctica para que sea respetuosa y equitativa para todas las personas. El papel de las mujeres en esta discusión, empoderadas por plataformas digitales y la conciencia feminista, ha sido fundamental para visibilizar esta problemática y buscar soluciones que promuevan un ambiente seguro y respetuoso en la sociedad.