La violencia económica contra la mujer es una forma de violencia de género que puede ser tan perjudicial como la física, afectando a mujeres y niñas en un ciclo de desigualdad. El alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, Volker Türk, alertó sobre esta problemática en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde señaló que 3.900 millones de mujeres siguen enfrentando barreras legales que afectan su participación en la economía.
La diferencia salarial entre hombres y mujeres sigue siendo del 23%, con 92 países que no tienen leyes que establezcan salarios igualitarios. La brecha de ingresos entre hombres y mujeres a nivel global se mantiene en 100 billones de dólares. La violencia económica contra la mujer comienza con la restricción de acceso al dinero, vigilancia en su gasto, impedimento para abrir una cuenta bancaria o tomar decisiones financieras.
Además, muchas mujeres no pueden buscar empleo, ir a la escuela, gestionar su salario, pensión o solicitar préstamos debido a estas restricciones. Todo esto se ve facilitado por normas de género arcaicas que consideran a los hombres como los tomadores de decisiones financieras. Estas limitaciones pueden comenzar en el seno familiar y ser perpetuadas por el Estado a través de leyes discriminatorias que restringen el acceso de las mujeres a créditos, empleos, protección social o derechos de propiedad.
El alto comisionado instó a una reforma completa de las leyes y prácticas discriminatorias que permitan a las mujeres acceder a trabajos y educación dignos y de calidad. Destacó que la violencia de género impide la participación igualitaria de las mujeres en la sociedad, reprimiendo su potencial y robándoles la posibilidad de elegir y tener oportunidades. La violencia de género persiste debido a prácticas de masculinidad tóxica y misoginia ampliamente extendidas, alimentadas por mentalidades anticuadas que se mantienen en todas partes.
En resumen, la violencia económica contra la mujer es una forma de violencia de género que afecta a millones de mujeres en todo el mundo. La desigualdad salarial, las barreras legales y las normas de género arcaicas perpetúan esta violencia, impidiendo que las mujeres accedan a oportunidades laborales y educativas. Es necesario realizar una reforma completa de las leyes discriminatorias para garantizar la igualdad de género y combatir la violencia económica.