La investidura presidencial en México es un momento culminante que viene precedido por una breve promesa de cumplimiento de la ley, según lo dicta la Constitución. La persona que haya ganado las elecciones, en este caso Claudia Sheinbaum, hará esta promesa en una ceremonia en la sede del Congreso en Ciudad de México, ante los diputados y senadores. A diferencia de otros países, en la ceremonia mexicana no hay un juramento ni se incluyen simbolismos religiosos, como evocar a Dios o usar una Biblia en el acto.
El acto de toma de protesta, como se conoce, es un ritual más que un acto legal. Es un formalismo para marcar el cambio de poder a las 00:00 horas. Tras la protesta, la presidenta recibirá la Banda Presidencial, la prenda con los colores de la bandera que viste el mandatario al tomar el cargo y en diversas ceremonias de gala. Aunque el término "protesta" puede resultar extraño fuera de México, en este contexto se refiere a expresar un compromiso y una promesa de cumplir con la Constitución y las leyes.
El protocolo presidencial en México refleja la transformación del país en un Estado laico, sin influencia de la Iglesia a lo largo de su historia. En la Constitución de 1824, se establecía que la religión del país era católica, apostólica y romana, y el presidente entrante debía jurar por Dios y los Santos Evangelios. Sin embargo, desde la década de 1850, México proclamó la separación Estado-Iglesia y la Constitución de 1857 eliminó las referencias religiosas del juramento presidencial. Posteriormente, las Leyes de Reforma y la Constitución de 1917 eliminaron cualquier simbolismo religioso, dando lugar a la protesta como acto formal en la investidura presidencial.
En la historia mexicana, el acto de asumir un cargo público como la presidencia se conoce como protesta. Aunque esta palabra comúnmente se asocia con queja o disconformidad, en este contexto se refiere a declarar o proclamar un propósito y aseverar con firmeza. A pesar de ser un término poco común fuera de México, la protesta del cargo presidencial es un compromiso solemne de cumplir con la Constitución y las leyes del país. Esta forma de asumir el cargo ha evolucionado a lo largo de la historia del país, reflejando el cambio hacia un Estado laico e independiente de la influencia religiosa.
La investidura presidencial en México es un acto simbólico y formal, en el cual el presidente electo expresa su compromiso de cumplir con la Constitución y las leyes del país. A pesar de que el término "protesta" pueda resultar confuso en otros contextos, en México se utiliza como un acto de declaración solemne y firme. La evolución del juramento presidencial a lo largo de la historia refleja la transformación de México en un Estado secular, sin influencia de la Iglesia, y la consolidación del compromiso del presidente de velar por el bien y prosperidad de la nación.