La hepatitis D es la forma más grave de hepatitis vírica crónica, causada por el virus D que solo se da en personas infectadas con el virus de la hepatitis B. Esta enfermedad puede derivar en cirrosis y cáncer hepático, y suele ser asintomática hasta fases avanzadas. Para diagnosticarla, se debe buscar entre pacientes con hepatitis B, ya que el virus D necesita del virus B para replicarse. La infección por el virus D puede prevenirse mediante la vacunación contra la hepatitis B, aunque esta no protege a quienes ya están infectados por el virus B.
Hasta hace poco, el principal obstáculo en la lucha contra la hepatitis D era el tratamiento, ya que deterioraba el hígado rápidamente y afectaba principalmente a personas jóvenes. No existía un medicamento específico y el tratamiento con interferón tenía una baja tasa de respuesta en pacientes con hepatitis D. Sin embargo, recientemente se ha aprobado un nuevo fármaco antiviral llamado bulevirtida, que bloquea la entrada del virus en las células del hígado, reduciendo la carga viral e incluso negativizándola en algunos casos. Este medicamento ha mostrado resultados prometedores en la frenar la progresión de la enfermedad.
El fármaco bulevirtida se administra mediante una inyección subcutánea diaria de 2 mg y está aprobado en la Unión Europea, Gran Bretaña y Suiza. A pesar de que aún se necesita tiempo para evaluar sus efectos a medio-largo plazo, representa una alternativa terapéutica efectiva para los pacientes con hepatitis D. Con este tratamiento, se puede reducir la inflamación causada por el virus y frenar la progresión de la enfermedad hepática. Esto representa un avance significativo en el manejo de la hepatitis D y brinda esperanza a los pacientes afectados por esta enfermedad grave.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos detallan que el hígado desempeña importantes funciones en el organismo, por lo que es fundamental mantenerlo sano y libre de inflamación o daño. La hepatitis D se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica debido a su progresión rápida hacia el carcinoma hepatocelular y el fallecimiento por causas hepáticas. Además, la hepatitis D suele ser asintomática hasta fases avanzadas, cuando ya hay cirrosis o cáncer hepático, lo que indica que el hígado está muy enfermo.
Para diagnosticar a las personas con hepatitis D, es necesario realizar un cribado proactivo entre los pacientes que padecen hepatitis B, ya que a menudo no presentan síntomas. La doctora Sabela Lens menciona que se está implementando una técnica de diagnóstico basada en el test reflejo para detectar la hepatitis D en personas con hepatitis B. Esta estrategia busca ahorrar tiempo y agilizar el diagnóstico, aunque por el momento solo está disponible en algunos centros hospitalarios de referencia. La vacunación contra la hepatitis B es clave para prevenir la infección por el virus D y ha contribuido a disminuir el número de infectados a nivel mundial.