El ciclo de sueño-vigilia consiste en fases de sueño no REM y REM que se repiten a lo largo de la noche. Comienza con el sueño no REM, que se divide en tres etapas, culminando en el sueño profundo donde la actividad cerebral se ralentiza para la recuperación física y mental. Después de esta fase, viene el sueño REM, caracterizado por los movimientos oculares rápidos y los sueños intensos. Este ciclo se repite unas cinco veces por noche y es fundamental para la salud física y cognitiva.
Durante el sueño profundo, el cuerpo y la mente experimentan procesos vitales como la consolidación de la memoria y la resolución de problemas. Se ha demostrado que esta fase es crucial para el almacenamiento de información a largo plazo y para encontrar soluciones innovadoras a dificultades planteadas previamente. Además, el sueño profundo ha sido asociado con una mayor capacidad para proteger contra el desarrollo de enfermedades cognitivas como la demencia o la esquizofrenia.
La fase REM también tiene funciones específicas como el procesamiento emocional, donde el cerebro maneja las experiencias emocionales del día. La falta de sueño REM puede estar relacionada con niveles más altos de ansiedad y dificultades para procesar emociones. Diversos factores pueden influir en la calidad del sueño, desde el entorno en el que se duerme hasta condiciones físicas y emocionales como la apnea del sueño o el estrés. La temperatura de la habitación, la comodidad del colchón y almohadas, y la ausencia de ruidos son variables clave para mejorar el descanso.
La cantidad ideal de sueño profundo varía de persona a persona, pero se estima que alrededor del 25% del total de horas de sueño deben ser de sueño profundo. En general, se recomienda de 7 a 8 horas de sueño por noche, aunque esta cifra puede cambiar con la edad y otros factores individuales. Además, las siestas cortas pueden ser beneficiosas para mantener un rendimiento óptimo durante el día, siempre y cuando no se entre en sueño profundo. A lo largo de la vida, la cantidad de sueño profundo que necesitamos puede cambiar, siendo mayor en la infancia y adolescencia y disminuyendo gradualmente con la edad.