El Servicio Secreto de Estados Unidos tiene la misión de interponerse entre la bala y el presidente, protegiendo a los líderes políticos más importantes del país de posibles amenazas. Este cuerpo de seguridad, fundado en 1865, comenzó enfocado en combatir la falsificación de moneda, pero su mandato se amplió para incluir otros delitos federales, como el contrabando y el robo de correo, tras el asesinato del presidente William McKinley en 1901. Desde entonces, se encarga de la protección de presidentes en activo, exmandatarios, sus familias, vicepresidentes, dignatarios extranjeros y candidatos presidenciales.
La relación entre los agentes del Servicio Secreto y los presidentes puede llegar a ser intensa. Algunos mandatarios, como Teddy Roosvelt, intentaron escaparse de su vigilancia en diversas ocasiones. A lo largo de los años, los agentes del Servicio Secreto han protegido a los líderes políticos en distintos eventos, como convenciones de partidos políticos, funerales de Estado, discursos del estado de la Unión y eventos deportivos. La agencia, que cuenta con más de 7.000 efectivos repartidos en 150 oficinas en Estados Unidos y en el extranjero, ha evolucionado y se ha adaptado a las nuevas amenazas.
A lo largo de su historia, el Servicio Secreto ha vivido momentos dramáticos, como el asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963 y el intento de asesinato de Ronald Reagan en 1981. Tras estos incidentes, la agencia se reformó y amplió su tamaño y uso de tecnología. Sin embargo, en 2012, durante la presidencia de Barack Obama, el Servicio Secreto se vio envuelto en un escándalo de alcohol y prostitución que llevó a la dimisión del director del servicio. Desde entonces, se han endurecido las normas para los agentes que viajan al extranjero.
Recientemente, el Servicio Secreto ha sido objeto de críticas por su actuación en el incidente en el que un hombre armado logró disparar sobre el expresidente Donald Trump durante un discurso en Pensilvania. A pesar de que el Servicio Secreto identificó al atacante como sospechoso una hora antes del tiroteo, no lograron detenerlo a tiempo. Tras este incidente, han surgido voces pidiendo la dimisión de la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, quien ha asumido la responsabilidad pero ha dicho que no renunciará. La agencia tiene una enorme carga de trabajo, con miles de arrestos y protecciones realizadas cada año.